El mundo Disney siempre ha cautivado a grandes y chicos. Días atrás se estrenó el remake de Dumbo, la película del pequeño elefante que puede volar gracias a sus grandes -y feas- orejas. Aunque el paquidermo es el protagonista de la cinta, el dramatismo no se debe necesariamente a su fisonomía, sino al vínculo afectivo que tiene este con su madre, la elefanta Jumbo.
Dumbo, quien le otorga el éxito al dueño del circo Medici, utiliza como vehículo sus presentaciones para ganarse la simpatía del público y de todo el personal circense, y así lograr reencontrarse con su madre, de la que fue separado luego de que esta reaccionara a la defensiva al ver que su cría era objeto de burlas.
A comparación de la versión de 1941, esta vez la dirección de Tim Burton no ha utilizado al ratón Timothy para ayudar a Dumbo a destacar pese a su torpeza con sus orejas, sino que serán los hijos de un jinete del circo quienes descubrirán su extraordinaria habilidad de manera espontánea.
«No negaré que la escena en donde Jumbo acaricia a Dumbo con su trompa, separados por las rejas, es una de las más bonitas y emocionantes de toda la película».
El final es feliz, como es de esperarse. Varios me han preguntado si lloré con la cinta. La verdad es que no. Sin embargo, no negaré que la escena en donde Jumbo acaricia a Dumbo con su trompa, separados por las rejas, es una de las más bonitas y emocionantes de toda la película.
Me gustó mucho la colorización de la misma, ya que eso le aporta realismo al producto en sí. Del mismo modo, en la trama, la planificación para liberar a Jumbo y reunirlo con Dumbo dota de tensión y mantiene al espectador atento durante el final de la historia. Sin duda, Dumbo es y seguirá siendo el elefante de las orejas que no pasan de moda.