El mundo narco siempre ha sido fascinante para la televisión y el cine en sí. Y es que todo lo oculto, lo clandestino, lo ilegal y lo poco común siempre será motivo de atención -y atracción- por parte de las audiencias. Sin embargo, para contar historias es necesario encontrar nuevos ángulos y evitar caer en lo tradicional, en lo ya hecho y en lo repetitivo.
Esto no ocurre en Pablo Escobar: la traición (2017), película inspirada en el testimonio de la periodista colombiana Virginia Vallejo, a quien se le atribuyó un romance con el líder del cartel de Medellín, y quien fue captada por la DEA para capturar al capo de la droga y atestiguar en su contra.
«Antes que un testimonial, la cinta recoge lo que ya se ha visto en diversas series, documentales y películas del mismo corte».
Antes que un testimonial, la cinta recoge lo que ya se ha visto en diversas series, documentales y películas del mismo corte: hechos históricos que construyeron el ADN de Colombia de los años 80 y 90, como la fundación del cartel de Medellín, el nacimiento del barrio Medellín sin Tugurios, la faena política de Escobar, su lucha y negociación contra el tratado de extradición impulsado por Estados Unidos, el asesinato del ministro de Justicia, la explosión del vuelo de Avianca, entre otros.
En esta cinta no hay novedades. No hay algo que no se haya visto antes. Además, la interpretación de Penélope Cruz y de Javier Bardem -periodista y Escobar, respectivamente- deja mucho que desear. Uno esperaría que, al menos, simulen el dejo colombiano, pero ni eso ocurre (o no lo hacen bien).
¿Algo que destacar? Sí, el soundtrack. Aporta mucho escuchar a Wilson Manyoma con El preso, o a José Luis Rodríguez ‘El Puma’ con su Pavo real, o sentir la tensión que le coloca el Rosa, rosa de Sandro a las escenas más sangrientas. Vea usted la cinta y saque sus propias conclusiones.