A nadie le queda duda en Perú que Ruth Thalía Sayas fue víctima del morbo y de su feminicida. Terminó muerta luego de sentarse en el sillón rojo de El valor de la verdad. La mató su expareja, Bryan Romero, por haber afectado su supuesto honor y masculinidad, y para robarle el dinero que ganó en ese programa. Si bien la culpa es de él, ¿cabe la posibilidad de que el espacio televisivo fuera el detonador?
Algo así ocurrió con el asesinato de Scott Amedure, en Estados Unidos, luego de que revelara en un talk show que le gustaba Jonathan Schmitz, el amigo de su amiga. Este último terminó matándolo bajo la justificación de que lo hicieron avergonzar públicamente. Luego de que se condenara a Schmitz, el programa fue demandado por la familia de la víctima por haber propiciado esta situación.
«Quizás la labor de ellos no sea probar la inocencia de sus defendidos, sino crear duda sobre su culpabilidad».
Ambos casos muestran la manipulación de las personas, un desenlace fatal, y la poca protección a quienes cuentan sus verdades. Bajo esta premisa, ¿pueden los medios de comunicación influenciar en hechos y procesos penales? La respuesta es afirmativa, y así lo demuestran los casos que aparecen en la docuserie Juicios Mediáticos, producción de Netflix nos muestra cómo los abogados de los acusados elaboran sus estrategias ante -y con- la presencia de la prensa.
Quizás la labor de ellos no sea probar la inocencia de sus defendidos, sino crear duda sobre su culpabilidad. Con entrevistas a profundidad, se muestra cómo se construyeron historias mediáticas alrededor de casos como el de Bernhard Goetz, Richard Scrushy, Cheryl Araujo, Amadou Diallo y Rod Blagojevich.
Como si se tratara de los procesos a políticos peruanos por Lava Jato, Juicios mediáticos nos muestra casos de alto perfil en donde no solo le libra una batalla dentro de la corte, sino también fuera de esta.