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‘Vida privada’ y el valor de la propiedad

Con muchas referencias de teatro y cine, este año se estrenó en Netflix la película Vida privada (Private Life), dirigida por la estadounidense Tamara Jenkins, y que se presenta como un drama cómico sobre cómo una pareja de artistas intentan –por todas las vías- concebir un hijo pasados sus 40 años.

La cinta cuenta el drama que viven ‘Richard’ y ‘Rachel’ (actor y escritora, respectivamente) una pareja que tras cumplir sus metas laborales tratan –tardíamente- de tener hijos. En ese proceso se dan con la sorpresa de que ‘Rachel’ no tiene ovocitos que puedan ser fecundados. Por esta razón, ellos recurren a la fecundación in vitro, dejando de lado los prejuicios que se puedan construir alrededor de esta práctica.

Sin embargo, el problema no solo está en ‘Rachel’. En un momento del proceso, ‘Richard’, quien solo tiene un testículo, no puede fecundar los ovocitos: tiene semen pero no esperma. La situación de ambos se agrava cuando tratan de buscar una salida en pareja: buscar un vientre de alquiler que les guste a ambos y que cumpla con los requisitos de cada uno. O, en el mejor de los casos, que cumpla sin intentar robarles dinero.

En paralelo se desarrolla la vida de ‘Sadie’, una adolescente que reniega por el cariño negado que le tiene su madre hacia ella, por la sumisión de su padrastro –que es el hermano de ‘Richard’-, y por lo mal que le va en la universidad. Ella se refugia en la casa de sus tíos no solo porque lo sean, sino también por la profesión y los gustos que tienen en común.

«La cinta cuenta el drama que viven ‘Richard’ y ‘Rachel’, una pareja que tras cumplir sus metas laborales tratan –tardíamente- de tener hijos»

Es en medio de esta relación que a sus tíos se les ocurre pedirle que ella sea la donante de ovocitos. Sin pensarlo tanto, ‘Sadie’ acepta porque entiende que sus tíos han luchado por años para poder tener un hijo, y así comienza una relación entre ellos que se va afianzando poco a poco. Es en esta escena en la cual el guion está mejor logrado: es ahí cuando el espectador tiene la posibilidad de preguntarse sobre el significado de lo propio.

‘Sadie’ cumple un rol importante en la película: cuestiona la forma en que su madre quiere guiar su vida, concibe que ella forma parte de la familia de ‘Richard’ y ‘Rachel’ al dar su óvulo a fecundar, y rompe los paradigmas en torno al procedimiento. No le importa qué piensen los demás. Reafirma que ella es dueña de cada parte de su cuerpo y de las decisiones que toma. La adolescencia y la independencia juegan bien en su personaje.

El final de la cinta es inesperado, algo aburrido, sin remate. No obstante, en la trama se pueden aprender otras cosas. Por ejemplo, ‘Sadie’ logra su ingreso a Yadoo, la sede de una comunidad de artistas en Nueva York en donde puede desarrollarse como dramaturga. También se hace referencia a la película Drugstore Cowboy, así como a autores de la talla de Sam Shepard y Tom Wolfe.

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