Lo que me pareció una interesante propuesta de terror basada en la historia de una muñeca endemoniada no resultó más que una mala copia de películas de este tipo. Quizás las buenas intenciones del productor y guionista indonesio Rocky Soraya quedaron en eso, pese a su experiencia previa por mostrar juguetes con vida y con el peor de los protagónicos.
Sabrina, película estrenada este año, cuenta cómo Aiden Kev y Maira, una pareja de recién casados, deben lidiar con el actuar de un espíritu endemoniado que se introdujo en la vida de Andini, esposa del hermano de Aiden. Por este incidente -que cobra la vida del heredero principal de Juguetes Kev y de su esposa-, Vanya, su hija, pasa al cuidado de sus tíos.
Es aquí donde la historia se empieza a deformar, porque en un intento de mezclar una narración resolutiva con final feliz, el guion empieza a incluir de manera siniestra a Sabrina, una muñeca creada especialmente para recordar a Kayla, la hija muerta de Maira, y que será uno de los principales atractivos de terror en la cinta.
La muñeca, si bien es una buena herramienta para introducir el miedo, no captura todo el protagonismo, ya que este se centra en Andini, quien tiene apariciones validas en el desarrollo, pero que –en simultáneo- compite con Sabrina. A ello se suma que existe una sobreactuación de parte de los todos los actores. O son malos actores o les pidieron que dramaticen en exceso cada una de las escenas, perdiendo así verosimilitud.
«Las películas de terror deben dar miedo. Para eso son creadas, y este debe ser uno natural, no montado ni predecible».
Las películas de terror deben dar miedo. Para eso son creadas, y este debe ser uno natural, no montado ni predecible. Uno que te escarapele el cuerpo. Y eso se logra en los 30 primeros minutos de la cinta. El espectador puede ir descubriendo los poderes de la muñeca, los que se ven reforzados con elementos como el juego Charlie Charlie o con el detector de entes.
Sin embargo, aparecen Laras y Raynard, un mal símil de lo que vendrían a ser los esposos Ed y Lorraine Warren en El Conjuro y Anabelle, quienes toman también el protagonismo en la cinta y compiten –una vez más- con Sabrina.
Lo peor de sus papeles es que ellos son atacados decenas de veces por el demonio que ha tomado el cuerpo de Andini, pero no les pasa nada. No se desangran, no sienten dolor, pueden correr pese a estar malheridos. Ellos también tienen una historia más que contar en medio de todo este contexto, lo que hace que se desvirtúe aún más el relato.
Es probable que, habiendo consumido productos culturales de este tipo, mucho más realistas, con una sola historia y con una narrativa lógica, mi cerebro no haya hecho más que aceptar a Sabrina para identificar -de manera sistemática- todo lo que considero que no aporta a la cinta y que he descrito líneas arriba. Si son amantes del terror, esta película -definitivamente- no es para ustedes.