“Él va del bolero a la rumba, del guaguancó al aguinaldo […] En sí, hace la música que le gusta, la música del pueblo, la música de la calle”. Así presentó Luis Delgado Aparicio, ‘Saravá’, a Héctor Lavoe la noche de agosto de 1986 en el que se presentó en el Gran Estelar de la Feria del Hogar. Entre esos días también le llegaba su día de suerte a Antonio Humberto Gómez Huamán –Toño para los amigos y la familia-, admirador e imitador del cantante.
Con una hermana internada en el Centro de Salud Mental Nuevo Callao, Toño se desplaza entre ‘escarabajos’ y ‘lanchas’, por el Primer puerto y el Centro de Lima, a fin de cumplir uno de sus sueños: contactar a Lavoe y hacer que le cante a su hermana en el sanatorio.
«Apelando a la nostalgia, la serie nos remite a los años 80 y nos plantea, a través del guion, el relato de nuestra propia historia».
Obsesionado en ello, y gracias a su trabajo como imitador, emprende lo que se ve en El día de mi suerte, la nueva serie de Movistar que cuenta esta sabrosa historia, protagonizada por Lucho Cáceres. Aunque con pocos escenarios, la producción nos muestra la Lima nocturna de la época: el Hotel Bolívar, las calles aledañas a lo que fue el Crillón, la Colmena y sus discotecas, las cocheras con ascensores para autos.
Apelando a la nostalgia, la serie nos remite a los años 80 y nos plantea, a través del guion, el relato de nuestra propia historia: terrorismo, la parodia de un presidente desubicado, tráfico de influencias, y la disyuntiva entre música y política para fines perversos.
Buen trabajo el de Cáceres: no llega a imitar a Lavoe al 100 %, justamente porque tiene que encarnar el papel de Toño. Bien copiado –aunque a veces exagerado- el tema de la caminada y la movida de hombros. Lo mejor de todo: el fondo musical.