Esta semana vi en Netflix la recomendación de uno de los lectores de esta columna. La película 1922, dirigida por el australiano Zak Hilditch, y que está inspirada en la novela del célebre escritor estadounidense Stephen King, conocido por sus novelas de terror, ciencia ficción y fantasía.
Esta cinta, que cuenta con una espectacular dirección de arte, trata sobre la confesión que hace Wilfred James, un granjero que por discrepar con su esposa -Arlette- termina asesinándola “porque sentía que la odiaba”. Para lograr su cometido, el hombre no duda en persuadir -con mentiras- a su hijo, Henry, para que este lo ayude a asesinar a su propia madre, y también a desaparecer el cuerpo.
El deseo de Arlette de llevar una vida mejor lejos del campo es el desencadenante de su posterior asesinato y, también, de una maldición que perseguirá de por vida a Wilfred, y que se ve representada en una plaga de ratas que empiezan a aparecer en sus sueños, pero que también lo persiguen en la vida real.
Tras el asesinato, una serie de tragedias se empiezan a cumplir en este thriller que muestra lo maquiavélica que puede llegar a ser la mente humana al momento de planificar un asesinato, así como la serie de historias que el protagonista inventa con el fin de evitar ser descubierto por las autoridades de Hemingford Home.
«El deseo de Arlette de llevar una vida mejor lejos del campo es el desencadenante de su posterior asesinato y, también, de una maldición que perseguirá de por vida a Wilfred, y que se ve representada en una plaga de ratas que empiezan a aparecer en sus sueños».
Son las ratas las que aportan ese contenido asquiento a la película y que generan repulsión cada vez que aparecen. Ratas que se pasean al interior del cuerpo de Arlette, y que también desfiguran el rostro de Henry una vez que este halla la muerte. Aparecen en la granja, en la casa, en el sótano, y en el lugar en el que se encuentre el conspirador.
Con muchas dosis de terror, 1922 es una película que transcurre lentamente, pero que tiene mucho contenido visual que vale la pena aprovechar. A través de primeros planos muy bien trabajados, la película puede hacer sentirnos como el propio Wilfred asediado por los roedores, o introducirnos en una tubería y pensar que convivimos con estos.
Asimismo, se puede apreciar en la figura de Henry la evolución de un ser humano afectado por una serie de conflictos en su hogar, y que solo busca pertenecer a una “familia normal”. El adolescente hijo de los James encarna al personaje que logra darse cuenta de su mal actuar, reflexiona, trata de huir de su maldición, pero que por su egoísmo -junto al amor por una mujer contemporánea a él- termina hundiéndose a sí mismo.
Pese a que el guion se sostiene en las casi dos horas que dura la película, esta no me termina de convencer. Creo que es el contenido morboso de ver cómo las ratas se comen el cuerpo de Arlette lo que retiene al espectador, sin imaginar que estos animales se convertirán en los protagonistas de la cinta, mientras se va degradando y retorciendo el personaje de Wilfred James como una especie de venganza intemporal.