En tiempos en los cuales el aborrecimiento a los hechos de corrupción es tangible a través de las diversas muestras de la ciudadanía, hoy comentaré la película El pasajero, protagonizada por Liam Neeson –uno de mis actores favoritos-, y dirigida por el cineasta español Jaume Collet-Serra.
Esta cinta trata sobre el asesinato de un urbanista, Enrique Méndez, quien es lanzado desde el piso 35 del edificio en el que reside, y cuyas pretensiones eran denunciar el complot y la corrupción al interior de los organismos estatales de Nueva York. Sin embargo, su muerte es un misterio en la ciudad, debido a los grandes intereses que se mueven alrededor de la información que este manejaba y que almacenaba en un disco externo.
Es ahí donde Neeson, encarnando a Michael MacCauley, un expolicía que dejó el uniforme para convertirse en un corredor de seguros, toma el protagonismo, luego de que Joanna, una mujer que se le acababa de presentar en el tren que toma a diario, le ofreciera US$100 mil a cambio de hallar a una persona, sin imaginar que esta tendría que ver con el homicidio.
La situación del protagonista en este punto es difícil –y por ello se ve obligado a aceptar y entrar en esta especie de acertijo- porque acababa de perder su trabajo, necesitaba el dinero para poder pagar los estudios de su hijo en la Universidad Syracuse, tiene pendiente aún pagar un par de hipotecas más de su casa, entre otros factores.
«Esta cinta reafirma una vez más la vigencia de Liam Neeson en el cine de acción y su destreza para encarnar a policías con olfato».
Una vez que acepta el trato, MacCauley ya no puede salir del mismo por más que lo intente. Mientras realiza la búsqueda de la persona llega a sospechar que sus interlocutores, que están dándole las órdenes, quieren -en realidad- asesinar a la persona que él está buscando, lo que lo lleva a reflexionar sobre si está haciendo lo correcto o no.
Es en esta encrucijada en la que se ve al máximo, con mucha adrenalina, la actuación de Neeson, un clásico del cine de acción, experto en atar cabos y resolver los problemas. En el tren, mientras busca a esta persona –a quien identifica como Prynne-, empieza mover las piezas de este engranaje para llegar a la mejor solución sin muertes de por medio.
No obstante, MacCauley no cuenta con que su amigo, el policía Alex Murphy, es parte de este malévolo plan y que, en su falsa intención de ayudarlo económicamente, le tiende una trampa con la finalidad de salvaguardar sus propios intereses. Pese a los obstáculos, Neeson logra cumplir su misión, cuya forma de resolución es el motivo principal por el cual recomiendo hoy esta película.
Así como Búsqueda implacable, Sin escalas y Desconocido, esta cinta reafirma una vez más la vigencia de Liam Neeson en el cine de acción y su destreza para encarnar a policías con olfato. Agradable ver a Vera Farmiga en esta producción, a quien recuerdo por sus extraordinarios papeles en El niño con el pijama de rayas y en la saga de El Conjuro.