De las películas protagonizadas por Tom Hanks y que siempre tengo presente son aquellas relacionadas a los libros de Dan Brown: Código Da Vinci e Inferno. Son las que más me gustan, aunque tiene otras –muy buenas- que son clásicos del cine contemporáneo. Hace poco vi Un holograma para el rey (Esperando al rey) (2016), cinta que cuenta las reflexiones diarias que hace un vendedor sobre la vida que lleva.
Ahí Hanks interpreta a ‘Alan Clay’, quien es enviado por el Grupo Relyand al mercado saudí (Reino de Arabia Saudita – RAS) para venderle al rey un sistema de hologramas que facilitará la comunicación, y le será beneficioso para sus negocios y el desarrollo de su monarquía. Sin embargo, no todo sale como esperaba. El monarca cambia de agenda diariamente y ‘Clay’ se ve supeditado a esperarlo.
A ello se suma que debe conseguir el dinero para poder enviar a su hija a la universidad, superar los impasses que tiene frecuentemente con la madre de ella, y responder constantemente a su jefe sobre los logros alcanzados en el RAS. Una situación de estrés constante que desemboca en un lipoma (tumor) benigno, un bulto en la espalda al que culpa de toda su mala racha.
En el RAS, ‘Clay’ es víctima del jet lag, y para subsanar sus tardanzas se hace amigo de ‘Yousef’, el taxista que lo traslada a donde necesite ir. Con este comparte viajes y comidas, y la relación se convierte tan íntima que incluso conoce a su familia y lo invita a colocarse un thobe, la prenda que distingue a los musulmanes.
«La película cuenta bien la transformación por la que pasa ‘Clay’ desde la razón de su llegada al RAS hasta su decisión de no volver a Estados Unidos».
Entre broma y broma, cada personaje va dilucidando poco a poco cómo se manejan las cosas en esta monarquía. Por ejemplo, ‘Yousef’ es un joven sin esperanzas que admira mucho la fe que tiene ‘Clay’ por reunirse con el rey. Él sabe que la ley que impera en el estado es la de la promesa sin cumplir, y no quiere viajar al extranjero porque piensa que los cambios los tiene que hacer en su propio terruño, limitándose implícitamente a experimentar nuevas oportunidades.
También está la doctora ‘Zahra Hakem’, quien opera a ‘Clay’ del lipoma, y con quien entabla una relación sentimental. Ella encarna el amor, la confianza, refuerza la fe del protagonista y le brinda una especie de calidez sin fuego. O sea, puro sentimiento. Esta unión es producto de la educación de ambos: saben que los prejuicios no deben separar a las personas, ya sea por sus creencias o estilo de vida.
Pese a que no todo sale como el espectador pueda esperar, Un holograma para el rey cuenta bien la transformación por la que pasa ‘Clay’ desde la razón de su llegada al RAS hasta su decisión de no volver a Estados Unidos. Un cambio que no resuelve lo propuesto a través en el nombre de la película, pero que sí resuelve y crea la vida del protagonista: se encuentra, reflexiona, es él y es feliz.